Tormentas de verano by Donna Clayton

Tormentas de verano by Donna Clayton

autor:Donna Clayton
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2020-05-18T10:46:38+00:00


Se oía el sonido de la ducha cuando Lacy entró en la casa. En un barreño junto a lavadora estaba la ropa embarrada de Dane. Parecía que se había desnudado allí mismo. Pensar en él andando desnudo por la casa, casi le hizo sonreír.

Casi. Pero la abrumadora emoción con la que luchaba se lo impidió. Estaba preparada para hablar con él, había pensado las palabras justas para hacer que confiara en ella. Pero, aún así, estaba muy nerviosa.

Con la mente puesta en la conversación que iban a tener, Lacy llenó de agua un jarrón, puso en él las flores silvestres que había recogido y lo colocó sobre la mesa de la cocina.

Dane se había tomado la molestia de revisar el puente para que ella pudiera regresar a Richmond lo antes posible. Era tan considerado…

Lo menos que ella podía hacer era ayudarlo un poco. Sacó la ropa sucia al porche trasero y la sacudió. Luego la metió en la lavadora y encendió esta. Aquella tarea la ayudó a enfocar sus ideas.

Aquella mañana había dado un largo paseo por los prados y por un espeso bosque de pinos y robles, había cruzado un pequeño torrente y subido a una suave colina. Y todo el tiempo había ido pensando en lo que iba a decirle a Dane. Cuando el sol estuvo alto emprendió el camino de vuelta, pensando que todavía tenía mucho tiempo para preparar su discurso.

Pero cuando vio a Alva y descubrió que la carretera estaba despejada, volvió a sentir la terrible presión del tiempo. Necesitaba una atmósfera sosegada para hacerles justicia a sus sentimientos. Necesitaba que Dane estuviera tranquilo y relajado para escuchar lo que tenía que decirle.

Pero ya casi no había tiempo, se dijo al mirar por la ventana de la cocina. Odiaba esa sensación. Se estaba jugando demasiado como para andar con prisas.

La tarima crujió y Lacy se giró. Le dio un vuelco el corazón al ver a Dane.

Este estaba de pie en el umbral, con una toalla en una mano y una camiseta en la otra. Era evidente que algo concentraba toda su atención. Lacy se dio cuenta de que no la había visto.

Iba descalzo. Llevaba unos vaqueros limpios y ajustados, cuya tela suave contrastaba con la dureza de los músculos que se adivinaban bajo ella. Gotas de agua brillaban en el vello encrespado de su pecho y de su tripa.

No sabía que estaba siendo observado. Lacy se sintió como una espía, pero no apartó la mirada. No se movió. No podía desviar los ojos de él. Dane tenía un cuerpo magnífico. El trabajo físico lo había hecho duro, sólido. Tenía la clase de musculatura que hacía que una mujer deseara tocar su piel suave y bronceada.

Aquella cosa palpitante y viva cayó de nuevo sobre ella. Y Lacy se sintió aturdida por la magnitud de la atracción que la arrastraba, la empujaba, la tentaba y tiraba de ella, apresándola, dejándola sin aliento, cautivándola.

Dane dejó la camiseta sobre el respaldo de una silla y se pasó la toalla por el pelo.



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